Sin saber muy bien a dónde íbamos, armamos mochilas, lonche y ganas de aprender. Llegamos al bosque, a casa de Don Fede, donde el café se vive con intuición, ciencia y conexión. Dormimos apretados, despertamos entre varietales, caminamos campos de germoplasma, olimos fruta en el beneficiado y hablamos de la luna, la tierra madre y el abuso en la cadena del café. Lucero nos compartió pan caliente y sabiduría. Nos llevamos más preguntas que respuestas, pero también la certeza de que este café nace desde un compromiso profundo con la planta, el entorno y la comunidad.